Después de leer la nota esta semana de los 22 elefantes envenenados con cianuro, en Zinbabue, para quitarles los colmillos y traficar con su marfil, vino a mi la historia que hace ya varios años escribí de un fascinante acto canino (Youtube, perro chileno).
Lo que me apena, es que en el correr de esta ya casi década, es claro que nuestra especie está cada día peor; más violenta, más sorda a los llamados y ejemplos de la naturaleza. Júzgalo tú mismo, amable lector, y de paso sirva para refrescar un poco la memoria e invitarnos a reflexionar como raza.
En medio del cataclismo en el que cerramos este vergonzoso 2008, un perro nos regala un heroico acto de nobleza.
Vaya lección para un México en el que lo rige es la violencia y el secuestro.
Con unos afligidos padres de Silvia Vargas que prefieren que su hija “ya este con Dios que en manos de esos criminales”.
Con un Alejandro Martí, el valiente padre de Fernando, secuestrado y asesinado como Silvia, que se convierte en la voz de tantas familias mexicanas que sufren de este desafiante cáncer y que cada día lucha porque su ahora famosa frase “si no pueden, renuncien” no quede tan solo como eso, una frase.
En un México cuya constante sexenal ha sido la mentira: los asesinatos de Tlatelolco; el número de víctimas del temblor del 85; la caída del sistema en las elecciones del 88; la muerte de Colosio y Ruíz Massieu: las interminables votaciones fraudulentas; las granadas del 15 de septiembre pasado, en Morelia (¿Se agotó el tema? ¿Está resuelto? Aguas, ya lo sabemos, “un país sin memoria esta condenado a repetir su historia”); los cientos y cientos de rateros, delincuentes, aliados del narcotráfico, secuestradores, torturadores y asesinos a los que el gobierno les da un uniforme, una placa, un arma y les paga un sueldo por salir a las calles a enfrentarlo a usted o a mi, a nuestras madres o hijos, da igual. Tampoco se trata de descalificar al cuerpo policiaco honesto que cumple con su deber, al contrario esperamos que ellos mismos participen en la limpia de sus filas.
El perro salvador, llega en un Veracruz en donde la pregunta cotidiana en cualquier reunión sin importar si ésta es de trabajo, entre amigos o familia, es: y a ti, ¿ya te hablaron para extorsionarte? Lo trágico es que la mayoría de las veces la respuesta es que sí y que se teme acudir a las autoridades por desconfianza. Por extraño que parezca, ésta que sin duda es la preocupación más grande de los veracruzanos, no es una nota que veamos, escuchemos o leamos en los medios de comunicación, ¿por qué? habría de saberlo.
Así, en un mundo beligerante, en el que el derrame del petróleo aniquila especies marinas completas, y en el que se mata a las focas a palazos, aparece la incomparable escena (Youtube, perro chileno) en la que el perro se lanza al rescate de su semejante ¿sería su madre? ¿Hermano? ¿Un hijo? ¿Acaso un desconocido? Que más da.
Qué cachetada para un planeta en guerra contra la naturaleza.
Lo que vivimos es un choque de culturas, humanos contra perros, una lucha entre el presente representado por seres metálicos rodantes y un avasallador pasado, el ser indefenso.
¿En qué estaría pensando nuestro perro para hacer algo así? Sin seguro contra accidentes o de vida, sin un escudo protector, sin siquiera poder mostrar una señal roja o gritar ¡deténganse un minuto! Sin un 911, bomberos o protección animal a quien llamar; casi invisible para sus oponentes.
Quizá cuando lo hizo estaría pensando en los valores más básicos: amistad, lealtad, valentía, coraje, ayuda.
Y en esta batalla en la que intenta a toda costa llegar al punto en donde se halla recostado su compañero atropellado, la toma aérea nos muestra que “las balas frías” del “Ferraz” son boberías comparado con lo que parece un infinito desfile de “cañonazos motorizados” rosando al indefenso blanco. Imagínense, si eso le hacemos al que se dice el mejor amigo del hombre.
¿Qué le puede importar a toda esta gente matarlo? Sólo el hecho de que “ojalá le toque al de atrás para que mi carro no se abolle o lo tenga que llevar a lavar para quitar el desagradable golpe, revoltijo de sangre, pelos y trozos de cráneo”.
Perro no come perro, pero hombre si come hombre… y todos saben que atropellar a una persona en México, en manos de la policía no es más que un jugoso negocio en el que lo que menos importa es de quien haya sido la culpa, lo que vale es que entre más lesionada quede la victima, más dinero se le pueda sacar al conductor. Por eso es que la “Ley urbana” en su regla número uno, reza: “Si atropellas a alguien, ¡Huye!” y se murmura que lo peor que puedes hacer es comportarte como un individuo honesto, sincero, comprometido, responsable y pararte a auxiliarlo. Todo ello lo que hace ante un policía es multiplicar el monto del atraco que está por cometerte. La verdad se ha vuelto loca: hoy en día, todo indica que dejarnos llevar por nuestros principios morales o pretender cumplir con la ley, es un acto suicida o se necesita ser idiota.
Y ahí va el valiente animalito. Esquiva un cañonazo, tres, quince. Uno lo alcanza de costado y lo lanza contra la barda de contención. Se levanta y bien agazapado, camina paso a pasito hasta llegar con su amigo para protegerlo con su propio cuerpo. Voltea a todos lados para divisar al enemigo y antes de comenzar a jalarlo con un esfuerzo “sobre perruno”, tal parece que le murmurara al oído: “tranquilo, que para que te suceda algo a ti, primero van a tener que pasar sobre mi cadáver”.
Tremendo mazazo para un hombre que ya nada sabe de lealtad.
Y lo arrastra, centímetro a centímetro, sabiendo que aunque hay millones de personas en el mundo, nadie se detendrá a auxiliarlo, al contrario, uno solo de ellos puede acabar con sus vidas en cualquier momento sin que ello signifique ni la plática de la cena en casa.
Y lo logra, en el acto más audaz y aleccionador de nuestros tiempos lo pone fuera de peligro; y por si fuera poco tiene un rasgo más de inteligencia y huye de inmediato antes de que la policía sacrifique a su amigo porque está lastimado y a él lo encierren en la perrera municipal más cercana acusado de daños a la nación (recordemos que un auto lo estampó contra un muro de contención); se va para tampoco ser alcanzado por el hambre de “rating” y que los medios lo encumbren, cual artista de telenovela, siempre en pos de sus propios intereses económicos.
¿Casualidad? ¿Mensaje? Sepa Dios, pero lo que si es muy triste, es que hoy más que nunca, cuando un perro se ahoga, todos le dan de beber.