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Lecciones de padre
23 febrero, 2016|Historias de vida

Lecciones de padre

Lecciones de padre

Rodolfo se abalanzó contra su contrincante y aunque todavía no le había asestado ningún golpe contundente, lo tenía dominado en el piso, sólo le faltaba sujetar el brazo derecho bajo su rodilla para propinarle una buena paliza y descargar todo su coraje. Tenía muchísimo tiempo de no pelearse pero esta vez fue inevitable ya que al ir caminando por la plaza comercial el muy imbécil le coqueteó a su esposa, ¡delante de sus hijos! Y como vio que Rodolfo no reaccionaba, descaradamente le aventó un beso.

Quizá la rabia se debía a que a través del reflejo del vidrio del aparador, alcanzó a vislumbrar como del labio de Magnolia se asomaba una disimulada sonrisa; pareció gustarle el piropo, la pícara mirada la delataba. Eso ya lo arreglaría, pero la vergüenza de que sus hijos se tragaran toda la escenita, simplemente no la soportó.

En lo que forcejeaba para controlarlo, escuchó como las familias que visitaban la plaza en ese medio día del sábado, gritaban aterrorizadas: “¡Que alguien haga algo! ¡Llamen a la policía! ¡Dos señores se están peleando!” Un niño lloraba alarmado: “¡Le va a pegar! ¡Le va a pegar!”

La ira contenida por años tenía cegado a Rodolfo y estaba decidido a madrearlo así se lo tuvieran que llevar en ambulancia.

Por fin, lo tuvo a placer y al levantar el puño para sorrajárselo en la nariz, oyó la voz de su hijo diciéndole: “¡No te dejes, papá, gánale!” Y eso lo hizo volver la vista atrás en el tiempo.

Otoño del primero de secundaria, el peor año de su vida, sin duda. A Rodolfo no le gustaba la violencia, de hecho lo hacía entrar en pánico pero vivía ocultándolo ya que si su padre o su hermano Abel se enteraban, no lo bajarían de maricón.

Ese fatal jueves, al salir al descanso, el Pelón, un niño de primero “D”, le arrebató la torta y se la empezó a comer delante de él mientras todos sus amigos se reían.

-A ver, niñita, dame tu refresco para bajarme la torta, antes de que te la rompa, -amenazó el Pelón.

Rodolfo, temblando, metió rápidamente la mano a su mochila y le dio la lonchera con el agua de limón que le dejó mamá.

-¡Ja, ja! Miren al mariconsito, ¡mamita le prepara el agua!

Rodolfo pensó que ahí terminaría la burla pero el Pelón destapó la lonchera, le dio un trago y se lo escupió en la cara, “¡sabe a madres!” Le gritó y acto seguido se le fue encima golpeándolo hasta el cansancio. Cuando se hartó de tundirlo, se paró, tomó la lonchera y simulando que estaba orinando, le baño la cara; el líquido amarillento al mezclarse con la sangre que le escurría por toda la cara, ardía.

Al llegar a casa, se metió al baño para limpiar las heridas. Ahora le tenía más miedo a la reacción de su padre que al propio Pelón.

-A ver, Rodolfo, levanta la cara, ¡veme a los ojos! ¡Pero mira nada más que madriza te pusieron!, -reprochó su padre.

-Fue el Pelón, un enano de primero “D”, -intervino Abel, mofándose.

-¡Qué!, -gritó encolerizado su padre, -¡y tú que le hiciste!

-…También le pegué, -respondió Rodolfo con timidez.

-Enséñame tus manos… ¡Mientes! Tus nudillos no tienen ni un rasguño ¡Te tundió como si nunca te hubiera enseñado a defenderte! Pero, ¿sabes qué? mañana voy a ir a la salida y delante de mí se la vas a partir al tal Pelón.

-Me agarró a la mala… con sus amigos, -dijo Rodolfo escondiendo el rostro entre sus brazos.

-¡Cállate!, terminas de comer y te me vas castigado a tu recámara que nada más de verte así ¡me apenas!

El viernes, después de soportar toda la mañana las payasadas de sus compañeros, al salir de clases, ahí estaba su padre.

A Rodolfo se le quedó grabada esa escena para los restos de sus días ya que las duras facciones de su padre le hacían parecer la estatua de un soldado de hierro y él, el hombre que llevan a fusilar.

Los minutos pasaron y gracias a Dios, el Pelón no aparecía, con suerte y ya se había ido. Pero por supuesto que no; Abel de pronto lo descubrió y triunfante le gritó a su padre, ¡es él! ¡Ahí está el Pelón!

-¡Vente “pa’aca”! –Dijo su padre jalando a Rodolfo del suéter. -¡Hey, Pelón! ¿Tú eres el que le pegó a Rodolfo?

El niño contestó con recelo, -si señor…

-¿Ah, si? Pues dice que le ganaste porque lo agarraste con tus amigos, en bola…

El Pelón lo volteó a ver muy enojado y Rodolfo, mareado, sudando frío, agachó la cabeza.

Su papá continuó: -…Pero ahora sí, aquí están los dos solitos. A ver si tan machito, ¡órale Rodolfo!, ¡pártesela!

En segundos, el Pelón de nuevo tenía abajo a Rodolfo y le daba con tubo, esta vez delante de toda la escuela.

-¡Papá, papá! ¿Los separo? Pregunto Abel acobardado al ver la masacre.

-No, -contestó su padre y tomándolo del brazo se abrió paso entre la multitud de chamacos para marcharse, -déjalo, así va a aprender a defenderse.

Ahora, a punto de soltar el puñetazo sobre el tipo de la plaza, Rodolfo recordaba como las decenas de estudiantes a su alrededor lo asfixiaban y llorando, aterrado rogaba que el Pelón lo soltara; tal y como solía pasarle desde aquel entonces en todas sus pesadillas, el pánico engarrotó sus brazos impidiendo cualquier acción.

El tipo aprovechó el absurdo suceso propinándole un recto que estalló en su pómulo. Rodolfo sintió nauseas, los recuerdos del Pelón “orinándole” con el agua de limón y la mandíbula desencajada de su padre gritándole con las venas del cuello y frente resaltadas: ¡Órale Rodolfo, rómpesela! Terminaron de paralizarlo; igual que cuando no pudo declararle su amor a Paulina, la compañera de universidad que tanto quiso; igual que cuando no tuvo el valor para luchar por el puesto de supervisor.

Los puñetazos del tipo mancillaban; la mirada encharcada de sus hijos era humillante y la complicidad de Magnolia con su contrincante, mortal.

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Alejandro Mier
"Mis Andares, no son más que historias de esas que escuchamos a diario y que por creerlas de interés o que aportan algo en este loco afán de tratar de entender el comportamiento humano, me parecieron dignas de dejarlas por escrito. Te aseguro que después de leer algunos de mis Andares, notarás que tú también tienes muchas historias que merecen contarse... si las quieres compartir, son bienvenidas! Por lo pronto, será un placer encontrarte... en los Andares de la vida".